Como ya hemos repetido en varias ocasiones, la gestión financiera se basa en el ahorro y la inversión. El primero de los pasos está al alcance de todo el mundo -¿quién no ha ahorrado alguna vez en su vida?- pero no ocurre lo mismo con el segundo. La inversión es la gran asignatura pendiente de los españoles en ocasiones por simple pereza pero en la mayoría por desconocimiento.
En su contra juega que el mundo de la inversión no es el más amigable, empezando por la abundancia de términos técnicos y siguiendo la proliferación de productos financieros que la mayoría de los ahorradores ni siquiera entiende. Al final, la oferta es tan amplia que puede llegar a bloquear mentalmente a muchos pequeños inversores, que terminarán con su capital en cuentas corrientes sin remunerar o haciendo directamente lo que le indiquen en su banco –recordar que los bancos no son nuestros amigos-.
Las alternativas en este punto son dos: ponerse en marcha por medios propios o acudir a profesionales. La mayoría de gurús financieros aconsejan la primera opción, pero se olvidan de algunos de sus inconveniente. Aunque a todo el mundo le gusta el dinero, esto no implica que estén dispuestos a dedicar el tiempo que requiere aprender lo necesario para invertir o hacer un seguimiento detallado de sus finanzas personas -también es cierto que hay sistemas de inversión que no necesitan demasiados cuidados-. Al final, es cuestión de prioridades y hay quienes prefieren no ‘perder’ su tiempo en invertir. Para ellos existen los asesores financieros o planificadores financieros.
Por un asesor financiero se entiende un profesional certificado que ayuda al ahorrador a descubrir sus necesidades financieras a través de sus datos económicos, edad, situación personal, patrimonio disponible y situación profesional… En España, históricamente los bancos han sido quienes han venido prestando este tipo de servicios al ciudadano de a pie, pero con el paso del tiempo las alternativas han crecido con la aparición de la banca privada de inversión y, tras la entrada en vigor de la normativa MiFID se ha ampliado el abanico de posibilidades, que también recoge la Ley del Mercado de Valores.
Ahora mismo se puede acudir a los mencionados bancos tradicionales, existen bancos de inversión especializados en ofrecer estos servicios y no en crear productos propios, y las llamadas EAFI o Empresas de Asesoramiento Financiero, que pueden constituir como persona física o jurídica y no pueden contratar agentes. Las EAFi cobran una comisión en concepto de asesoramiento, que generalmente es un porcentaje del capital que el cliente desea invertir y que oscila entre el 1% y el 5%, aunque también pueden limitarse a elaborar informes de inversión o de análisis financiero.
Contratar los servicios de estos profesionales no es ninguna locura y siempre será mejor que dejar nuestro dinero ‘quieto’ y a merced del efecto devaluador de la inflación. De hecho, hay ocasiones en las que acudir a un asesor financiero puede tener todo el sentido del mundo, independientemente de nuestros conocimientos . Así, por ejemplo, un matrimonio recién casado y con dos casas ‘de soltero’ con sus correspondientes hipotecas puede requerir asesoramiento o guía a la hora de decidir qué hacer con su patrimonio inmobiliario (vender, alquilar, comprar…) y el capital que tienen y pueden obtener del mismo. Hay ocasiones concretas en que la complejidad de la situación y sus implicaciones para el futuro casi obliga a buscar ayuda y no hay que sentirse mal por ello. De hecho, puede ser la mejor inversión.