Hace no mucho tiempo hemos hablado de la manera de valuar nuestro patrimonio, tarea que parecía fácil pero que nos ha llevado un buen rato comprender. Ahora bien, tenemos que saber que sólo con conocer su valor no haremos nada si no lo protegemos para que perdure en el tiempo.
La protección del patrimonio es el área de las finanzas personales menos entendida por la población en general. En los países menos desarrollados, donde la cultura financiera es menor, cuesta aún más. Sin embargo, en los países europeos, por suerte, la tendencia al cuidado y preservación del patrimonio está bien sabida por todos, aunque muchos no la apliquen.
Por ejemplo, en México más de la mitad de la población no cuenta con ningún tipo de protección adicionales a las sociales.
La falta de protección al patrimonio se puede explicar por dos motivos clave:
- Bajo poder adquisitivo
- Falta grave de cultura financiera
Claramente, el primer punto causal escapa a nuestra ayuda, porque nada podemos hacer si el gobierno no aplica las políticas sociales y distributivas como se debe, pero sí podremos ayudar a mejorar el tema del conocimiento financiero.
Para dar comienzo, tenemos que entender y lograr identificar los riesgos principales que podrían afectar a nuestro patrimonio. Es el paso esencial porque sin él, difícilmente podremos protegernos: ¿cómo protegernos de algo que no conocemos?. En este sentido, toda la atención debe caer en este primer paso, ya que es muy probable que olvidemos listar muchos problemas trascendentes. Claro ejemplo de lo que olvidamos es por ejemplo, la posibilidad de perder nuestro trabajo o de que se incrementen fuertemente las tasas de interés.
A continuación de haber identificado los problemas, tendremos que clasificarlos, para así aplicar prevenciones conjuntas. La clasificación se debe realizar en base a:
- La frecuencia o probabilidad de que ocurra
- La severidad en cuanto al impacto que podría causarnos ese riesgo
Acto seguido, según su frecuencia y severidad, podemos tomar las siguientes decisiones:
- Severidad alta con una frecuencia alta: este tipo de riesgos son mejor conocidos como los no son asegurables, ante lo cual deberíamos ver de controlarlos o evitarlos
- Severidad alta con frecuencia baja: aquí la idea es reducir y/o controlar el riesgo, y se puede contar con un seguro que proteja nuestro patrimonio
- Severidad baja con frecuencia alta: hay que buscar la forma de reducir su frecuencia, y un seguro se hará costoso claramente. Es el riesgo ideal para plantear la creación de un fondo de emergencias
- Severidad baja con frecuencia baja: riesgos que se pueden controlar y no causan un fuerte impacto en nuestras finanzas personales, por lo que conviene retenerlos gracias a un fondo de emergencia, sin contratar seguro alguno.
Por último, tenemos que saber que, la severidad puede ser real o potencial, y esta última también debe ser cuantificada. El claro ejemplo de un riesgo potencial es, el mantenimiento de las cargas de familia si la fuente de ingresos desaparece. Es por esta razón que, además de cuidar nuestro patrimonio tendríamos que tener un seguro de vida, el cual pueda cubrir el faltante de ingresos por lo menos durante 5 años.
En resumen, siempre que hayamos detectado nuestras necesidades de protección, tenemos dos alternativas para protegernos:
- Retener los riesgos (asumirlos nosotros mismos con un fondo para emergencias)
- Transferir los riesgos (contratando una aseguradora)
Prevenir es clave en el mundo de las finanzas, y más que nada para no perder de la noche a la mañana el patrimonio que tantos años nos ha costado acumular.