La imaginación de la banca para encasquetar productos financieros a los incautos y crédulos clientes de sus sucursales parece no tener límites. Las cédulas hipotecarias no son nuevas, si bien es ahora que empiezan a ofrecerse al tramo minorista (el confiado cliente).
Las cédulas hipotecarias, en principio, no son un mal producto. Son un producto de renta fija, emitido por una entidad financiera, cuyo respaldo es la propia entidad y los préstamos hipotecarios que garantizan la emisión. Tienen una fecha de vencimiento establecida, y podríamos decir que son uno de los productos financieros más seguros que puede colocarnos un banco, al tener la garantía adicional de las hipotecas que las respaldan.
Sin embargo, tienen riesgo, y no están garantizados por el Fondo de Garantía de Depósitos, como sí lo están las cuentas y depósitos hasta 100.000 euros por cliente y entidad financiera.
Por una parte está el riesgo inherente a la solvencia de la propia entidad financiera que emite la cédula hipotecaria (los que compraron cédulas hipotecarias del Banco de Valencia días antes de que fuera intervenida por el Banco de España lo saben bien); en el peor de los supuestos, que una emisión de cédulas tóxicas como las del Banco de Valencia no pudiera pagarse debidamente debido a una liquidación del banco, los tenedores de cédulas hipotecarias serían de los primeros en cobrar, ya que tienen como respaldo garantías reales (las hipotecas). Sin embargo, el proceso concursal sería muy largo y podrían no llegar a cobrar todo lo que se les adeuda.
De todas maneras lanzamos un mensaje de tranquilidad a los que invirtieron en cédulas hipotecarias valencianas, ya que el Banco de Valencia ha sido intervenido y, con toda probabilidad, será vendido a otra entidad, no liquidado. Por tanto, cobrar, casi podemos asegurar que cobrarán.
Pero ahora viene el otro riesgo: la falta de liquidez de este tipo de productos financieros. Banco de Valencia ofrecía un 5,25% anual, con una inversión mínima de 50.000 euros y un vencimiento del 15 de noviembre.
Una rentabilidad no muy superior a los mejores depósitos, un plazo de 5 años y un importe mínimo bastante alto. Desde luego no cabe en mi cabeza que gente con una capacidad de ahorro tan importante se dejara engañar por los típicos argumentos del director de banco que tiene que cumplir un presupuesto:
“Las cédulas hipotecarias igual de seguras que un plazo fijo, dan más intereses y puede venderlas cuando quiera“.
No se crea lo que le dicen en las sucursales sin asesorarse por un profesional independiente. No me canso de repetir:
Los bancarios cobran por vender productos, no por asesorar al cliente.
Si uno necesita dinero y ha contratado un depósito, lo cancela y, como mucho, paga una comisión por cancelación anticipada. Con las cédulas hipotecarias, en cambio, hay que intentar venderlas en un mercado secundario, el AIAF. Puede suceder que nadie las quiera o que coticen a un precio inferior al nominal.
En pocas palabras, puede no conseguir la liquidez que necesita o, si las vende a menor precio, perder dinero.
La próxima vez que un director de sucursal le diga que un producto no tiene riesgo, no se lo crea. Sin riesgo, no hay rentabilidad.