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Las cuotas participativas de la CAM en un callejón sin salida

Las cuotas participativas de las cajas de ahorro fueron un instrumento financiero creado para conseguir financiación del ahorrador, emulando las acciones de los bancos (que son sociedades anónimas) pero sin derecho a voto.

Antes de la intervención los gestores de la CAM anunciaron que amortizarían las cuotas participativas a 4,77 euros el título; el Banco de España anuló la decisión, al considerar que con dinero público no era adecuado pagar este sobreprecio. Actualmente, justo después de la adjudicación de la CAM por al Banco Sabadell,  las cuotas participativas cotizan en el mercado secundario a unos 1,26 euros, con lo que la pérdida es de un 73,58%.

Los clientes que compraron este tipo de producto financiero, muchos sin tener conocimiento exacto de el tipo de título que contrataban, esperan acontecimientos para ver que parte de su inversión recuperan. Lamentablemente, parece ser que están en un callejón sin salida: al presentar la CAM pérdidas, no cobrarán dividendos de las cuotas. Y si quieren recuperar algo, han de vender en el mercado secundario y asumir pérdidas del 70%, en el caso de que haya inversores dispuestos a comprarlas.

El Banco de España acaba de adjudicar la CAM al Banco Sabadell por un simbólico euro. A tenor de la caída de la cotización de las cuotas participativas, no parece que los inversores confíen mucho en que el nuevo propietario vaya a amortizar los títulos. De todos modos, los tenedores de cuotas participativas deben estar atentos a la letra pequeña de la adjudicación, para ver las posibilidades reales que tendrán de recuperar parte de si dinero, en estos momentos muy pequeñas.

La política de colocación de productos que ha imperado en las sucursales tiene buena culpa de que el pequeño ahorrador, en lugar de depositar su dinero en un depósitos a plazo fijo garantizado por la entidad financiera y el estado (hasta 100.000 euros) haya invertido en productos tan arriesgados como las cuotas participativas. Sin embargo, no es menos cierto que la costumbre del cliente tradicional de banco de fiarse de lo que le “aconseja” su director tiene que terminar.

Los bancarios no cobran por asesorarte, y además no arriesgan su dinero. Es muy importante que busques información personalmente; y en caso de no entender perfectamente el producto que te recomiendan, no lo contrates.