La capacidad de ahorro de las familias ha sido uno de los aspectos más debatidos durante la crisis y para muchos una de las principales razones de la dureza de la misma en nuestro país. El Obervatorio Consumer Trends de BBVA ha publicado los últimos datos al respecto y según sus estudios, siete de cada diez españoles se han declarado ahorradores antes que consumidores. La preferencia por el ahorro ha subido 13 puntos entre 2008 y.
También ha crecido el número de españoles que aseguran controlar sus gastos e ingresos hasta alcanzar el 88% frente al 78% de hace dos años. Al fin, parece que la idea de contar con un presupuesto familiar para conocer nuestros flujos de caja y cómo gastamos el dinero ha calado en la mayoría de hogares.
Este control de gastos se plasma en un cambio de hábitos de consumo hacia lo que se conoce como un consumidor inteligente o ‘smart buyer’ en su acepción anglosajona. Cada vez son más los españoles que utilizan comparadores de precios para sus compras o se informan de cuáles son los supermercados más baratos -el Observatorio de Precios del Ministerio de Industria, Turismo y Comercio es un gran aliado en esta lucha-.
Además de movimientos básicos de este tipo, empiezan a verse nuevas fórmulas de compra hasta hace poco en desuso como la copropiedad, el leasing o las tiendas de segunda mano. También han resurgido los outlet y se ha aumentado el porcentaje de artículos que se compran en rebajas.
Lo que el Obervatorio Consumer Trends de BBVA no analiza es la capacidad de inversión del ahorrador medio español. Como ya comentamos en su momento, la gestión financiera se basa en dos pilares ahorro e inversión. Es decir, debemos ahorrar o en su defecto gastar menos de lo que ingresamos para construir un entorno financiero estable y a partir de ahí, poner a trabajar nuestro dinero. El problema es que el perfil del ahorrador español sigue siendo eminentemente ‘vago’, además de conservador. Por eso, en muchos casos conocemos pero no contratamos y en otros -los más graves- ni siquiera conocemos.
En la base del problema se encuentra la falta de cultura financiera de buena parte de la población, lo que se traduce en dinero inmóvil en cuentas que no ofrecen ningún rendimiento -casi un 40% del ahorro familiar se encuentra en cuentas sin remunerar-. Si a esto sumamos la aversión al riesgo y la necesidad de liquidez (sobre todo en momentos de incertidumbre), la combinación es letal para nuestros ahorros, que pierden valor por el simple efecto del IPC.
En la actualidad, el sistema financiero español ofrece productos a medida de todos los inversores, tanto de los más experimentados como de los noveles e incluso de quienes ni siquiera se han iniciado en el mundo de la gestión financiera básica. Se puede empezar contratando una cuenta remunerada, haciendo una comparativa de depósitos o buscando un fondo de inversión. Habrá a quienes ‘les pique’ el gusanillo de la inversión y decidan continuar, pero no todos tienen por qué hacerlo. Lo importante es contar con unas nociones y experiencia mínima y saber obtener una rentabilidad mínima por nuestro capital que, en el peor de los casos, iguale la inflación.
A partir de aquí, habrá quienes apuesten por la bolsa, opciones y futuros y otro tipo de derivados por su cuenta y riesgo, quienes prefieran quedarse con lo básico y quienes directamente busquen el asesoramiento de expertos para el manejo de su dinero. Pero siempre sabiendo que la inversión no es un coco ni un lobo que vaya a mordernos, sino una obligación para cualquier persona que desee mantener una sana gestión financiera de su capital.