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Solicitar un préstamo personal: ¿misión imposible?

Un préstamo personal es un producto financiero mediante el cual una persona o empresa (acreedor) nos presta una cantidad de dinero, contrayendo el deudor la obligación de devolver este dinero más unos intereses pactados en un calendario de pagos determinado.

A diferencia del préstamo hipotecario, no hay un bien inmueble en garantía. La garantía es personal, lo cual no quiere decir que si tenemos otros bienes inmuebles no nos los puedan embargar, al igual que nuestra nómina (con los límites inembargables que marca la ley).

No hipotecar ningún bien lo que hace es que el trámite bancario para recobrar embargando el bien sea más largo y tedioso que ejecutar la hipoteca, pero no elimina esta posibilidad. De un préstamo personal se responde con los ingresos y los bienes.

Cuando solicitamos un préstamo personal o una entidad financiera muchas veces nos pide un avalista. La razón de ello es que se quiere asegurar de que le devolveremos el dinero prestado más los intereses. En caso de no hacerlo nosotros, se lo puede cobrar del avalista. Y el avalista responde también con todos sus bienes e ingresos, presentes y futuros.

Actualmente obtener un préstamo para irse de viaje, comprar un coche o cambiar los muebles es algo, como mínimo, complicado. Si ya es difícil que nos concedan una hipoteca sin un trabajo estable y dinero ahorrado, es fácil imaginar la complicación que tiene obtener financiación personal.

Por una parte el banco no tiene una garantía real hipotecada. A veces para intentar aumentar sus garantías solicita pignorar acciones o dinero, pero pocas veces una persona que solicita un préstamo tiene esa posibilidad. A veces se pignora activos del avalista, pero tampoco es habitual.

Por otra, la morosidad en la financiación personal es muy superior a la hipotecaria. La razón es sencilla: el español lo último que deja de pagar es la hipoteca; primero impaga tarjetas y préstamos personales.

¿A quién pedir un préstamo personal?

La primera opción es el banco en cuya cuenta tenemos domiciliada la nómina o nuestros ingresos y gastos en caso de ser autónomos. Un préstamo nómina suele ser lo más probable de obtener si somos clientes con antigüedad y cuentas sin negativos habituales. Una tarjeta con 1.000 o 2.000 euros también puede sacarnos de algún apuro. Si nuestro banco nos dice que no, podemos empezar a temer que los que no nos conocen no serán más generosos.

Con la situación actual, no deberíamos descartar a la familia y los amigos. Es una solución que hace unos años ni nos hubiésemos planteado, pero para finalidades determinadas (no le pida un préstamo a un familiar para irse de viaje o cambiar el sofá) como pagar la cuota pendiente de la hipoteca o emprender un proyecto empresarial, un familiar o un amigo puede ser una buena opción. Y mentalizarse que el acreedor tiene tanta o más importancia que un banco a la hora de devolverle el dinero.

Hay entidades financieras que no captan depósitos y sólo conceden operaciones de activo (hipotecas y préstamos personales), los establecimientos financiero de crédito. Entre las más conocidas estaría Cofidis, la Financiera de el Corte Inglés o Celeris (especializada en reunificación de deudas), por poner algunos ejemplos.

En un futuro, para financiar sus propios productos, veremos grandes superficies actuando como entidades de pago. La más reciente con eco en los medios ha sido Telefónica Remesas, si bien aún no se dedica a financiar préstamos.

Obtener financiación personal no tiene el porqué ser una misión imposible si somos clientes medianamente solventes. Pero cada vez se complica más y hay que dar más explicaciones.

Pau A. Monserrat