Desde hace tiempo ‘Queremos ser tu Banco‘ se ha convertido en el ‘late motive’ de Banco Santander. Con esta promoción, que analizamos en su momento, la entidad presidida por Emilio Botín premia a quienes domicilien la nómina o tengan una hipoteca en Santander y lo hace con un cacareado 0% en comisiones y una serie de acuerdos de ahorro adicionales, como se puede ver en su folleto.
A diferencia de otras entidades que ofrecen regalos por domiciliar la nómina, Santander participa en esta guerra ahorrando costes de gestión a sus clientes. De hecho, quien se acoja a esta promoción sólo tendrá que pagar 0,36 céntimos como parte de los costes fijos mensuales y lo hará, curiosamente, por el envío postal de la información bancaria de cada cliente.
Pero esta estrategia no es la única peculiaridad de Banco Santander. Uno no se convierte en el mayor banco de España y uno de los mayores del mundo haciendo lo que hacen el resto de entidades financieras. Lo peor es que parte de estas tácticas chocan de forma directa con los intereses de los ahorradores y sobre todo con el concepto de banco global que Santander se esfuerza en transmitir a través de la publicidad en televisión. Y es que más que nuestro banco, parece que en Santander lo que quieren es ser nuestra oficina-sucursal.
Debido en parte al modelo de negocio imperativo en el que cada oficina tiene sus propios objetivos comerciales -recordemos que las sucursales son en realidad oficinas de venta– la pertenencia a una determinada sucursal se convierte en un verdadero lastre para el ahorrador. Así, por ejemplo, una operación tan sencilla como establecer una transferencia periódica todos los meses sólo podrá hacerlo en su oficina de referencia, siendo esta en la que abrió su cuenta corriente, o a través del servicio de banca a distancia -por teléfono e internet-.
Así, por ejemplo, si abrimos una cuenta en la oficina más cercana a nuestra casa no podremos llevar a cabo muchas operaciones en la sucursal más cercana a nuestro trabajo, por mucho que también pertenezca al banco. Además de los ya mencionados traspasos, es muy posible que nos remitan a nuestra oficina de referencia para otras operaciones inusuales o incómodas como por ejemplo el cambio de divisas -para cambiar euros a dólares, libras…- o para ingresar monedas -en caso de que utilicemos esta variante de ahorro-.
Si lo que queremos es cambiar la hipoteca de oficina la cosa se complica todavía más. De hecho, no se puede llevar la hipoteca de una oficina a otra sin antes revisar las condiciones de la misma. Es decir, habría que firmar una nueva hipoteca ‘actualizada’ a mercado y previsiblemente en peores condiciones. Todo ello con tal de que el cliente permanezca afiliado en la sucursal, que no en el banco.
A esto hay que añadir las dificultades para el cobro de cheques en una oficina de una comunidad autónoma distinta. Los cheques “de provincias” -palabras literales utilizadas desde el banco- no pueden cobrarse en la capital si no va a cobrarlos la misma persona que los emitió.
Con este tipo de estrategias las ventajas que en teoría proporciona pertenecer al mayor banco del país, con surcursales por todo el territorio nacional, se difuminan. El cliente queda ‘atado’ a una sucursal y su capacidad para gestionar su dinero más que mermada, perteneciendo a una oficina en concreto más que a un banco. Así, de paso, Santander -y Banesto, donde también siguen esta política- se aseguran que el ahorrador visite cada cierto tiempo la oficina para ver si hay suerte y sus comerciales -con rótulo de asesor financiero- consiguen ayudarle a gestionar su dinero contratando algún producto.