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Financiar el pago de la tarjeta de crédito

El verano es para muchos sinónimo de gasto y pese a la crisis económica buena parte de la población hará un esfuerzo financiero para poder disfrutar por lo menos de unos días de vacaciones. Una vez en el destino controlar el presupuesto es fundamental, pero no siempre es fácil conseguirlo y no acabar ‘tirando de tarjeta‘.

Al final, más de una persona llega con la tarjeta de crédito al límite de sus posibilidades o como comúnmente se dice ‘echando humo’. Ya está endeudado. Ha caído en la trampa y gastado más de lo que tenía, aunque todavía no lo sepa. Dependiendo del tipo de tarjeta podrá escoger una u otra opción para hacer frente a sus nuevas obligaciones. Hay que recordar que las dos formas de pago más habituales son pasar los cargos a una fecha concreta del mes siguientes o el llamado revolving, que es el pago de una cantidad mensual fija o variable de lo que se debe.

En el primero de los casos los casos en cuanto se sobrepasa el salto disponible en el plazo pactado la entidad empezará a cobrar intereses y puede incluso bloquear la tarjeta. La solución pasa por aplazar los pagos de la tarjeta de crédito más allá del plazo inicial. La mayoría de tarjetas y entidades ofrecen esta posibilidad aunque suelen cobrar una comisión y una serie de intereses. Sin embargo, el auge de esta fórmula de pago ha llevado a algunos bancos a retirar este tipo de comisiones en sus tarjetas.

Las tarjetas ‘revolving‘ funcionan de forma ligeramente distinta, sobre todo el la forma de pago. El usuario paga una cantidad de la deuda al mes. Esta cifra puede ser una cuota fija o un porcentajes de la deuda. En este sentido, se articulan como un préstamo al consumo, en el que el usuario volverá a tener acceso al crédito en la medida en la que vaya pagando la deuda. Lo peor en estos casos son los intereses, que oscilan entre un 11% y un 25% y van subiendo conforme pasa el tiempo hasta el máximo de esta horquilla. También permiten aplazar los pagos a cambio de una comisión.

En términos generales los tipos de interés de las tarjetas de crédito son muy superiores a las de un préstamo personal, lo que pasa es que es más fácil de conseguir. Por eso, dependiendo de la cuantía, compensa más pedir un préstamo para cancelar ese crédito que estar pagando cada mes unos intereses desorbitados. En caso de que no sea factible, siembre se puede aumentar las cuotas (en las tarjetas revolving) porque cuanto más rápido se pague la deuda menores serán los intereses.

Si bien la primera opción siempre está disponible la segunda no, ya que una persona que tiene que utilizar el crédito de la tarjeta difícilmente podrá aumentar el dinero que destina al mes a pagar ese préstamo. Una vez llegado este momento conviene estudiar el patrimonio y el presupuesto personal. En caso de contar, por ejemplo, con un capital en un fondo de inversión, acciones e incluso un depósito, puede resultar más rentable utilizarlo para saldar la deuda. Sólo hay que comparar los intereses que se consiguen por ese dinero y los que se pagan por el crédito. Pocas inversiones son capaces de ofrecer rentabilidades similares a lo que se paga por los préstamos de las tarjetas de crédito.