El debate sobre si pagar con efectivo o hacerlo con tarjeta se antoja una de esas discusiones con difícil solución. Ambas opciones tienen ventajas y también acumulan inconvenientes, y desde el punto de vista del usuario existen posiciones irreductibles, es decir, quien defiende el pago en efectivo por encima del pago con tarjeta y viceversa no está muy dispuesto a renunciar a su modelo.
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Nos sorprendería saber que países tan avanzados sobre el papel desde el punto de vista de las finanzas personales como Alemania posee una tasa de pago en metálico muy superior a la de nuestro país, en relación a la comparativa entre metálico y tarjeta, esto no es casual desde luego y es que, como suele ocurrir en lo que a finanzas personales se refiere, el equilibrio es un asunto importante y en este caso determinante.
Cuándo pagar en efectivo
El pago en efectivo es probablemente la mejor manera de control sobre el gasto (desde el punto de vista de las compras). Esto tiene que ver con una apreciación mucho más realista del dinero que la que tenemos con la tarjeta: algo tan básico como visualizar el dinero que tenemos y que dejamos de tener al pagar en metálico o no hacerlo a través de una transacción en la que el dinero no se ve.
Esta cuestión es vital para quienes defienden el pago en efectivo, a la que además debemos sumar el hecho de omitir las comisiones que en muchos casos poseen las tarjetas y acumulan también a la hora del pago. Por tanto el pago en efectivo resulta más eficaz cuando pretendemos controlar más el gasto, y, cuando buscamos no imputar a dicho gasto comisiones o costes extra.
Cuándo pagar con tarjeta
Una de las características básicas para defender el pago con tarjeta es la comodidad. Resulta más cómodo pagar con la tarjeta que portar encima el metálico necesario para las diferentes compras que debamos realizar, además, esta comodidad se extiende a la posibilidad de poder seguir realizando compras en caso de sobrepasar lo previsto, algo difícil de hacer con el metálico.
Por otro lado, en el caso de las tarjetas de crédito, el pago es diferido o puede serlo, es decir, no necesariamente repercute en nuestro bolsillo o en nuestra cuenta de manera inmediata y se difiere como mínimo al mes siguiente donde se nos cobrará. Ojo, esto es una ventaja desde el punto de vista práctico, pero también, puede ser un grave inconveniente para una economía doméstica justa en la que sobrepasar los costes con la tarjeta puede suponer la diferencia entre mantener más o menos saneado el bolsillo.
¿Tarjeta o efectivo?
Lo cierto es que ambas opciones son interesantes, y, probablemente sea en la combinación de ambos modelos de pago donde mejor resultado vamos a obtener. Efectivamente el metálico nos proporciona un mayor control sobre el gasto, pero, por otro lado, el uso de la tarjeta de manera puntual o ante determinados modelos de gasto (por ejemplo a través de Internet) puede llegar a ser muy eficaz.