Los depósitos en especie, aquellos que no retribuyen en metálico si no que lo hacen a través de productos, servicios u objetos, no son desde luego una novedad dentro de los productos financieros de ahorro, diríamos más, probablemente sean uno de los modelos tradicionales más conocidos para el ahorrador. Eso sí, no es que atraviesen desde luego el mejor momento de su historia.
Vamos a repasar a continuación las características principales de los depósitos en especie, y, también, un acercamiento al posible interés que estos productos pueden llegar a tener en momentos determinados.
Depósitos a corto o a largo plazo ¿qué es mejor?
Los depósitos en especie
Obviamente no todas las entidades ofrecen el mismo tipo de productos, sin embargo, más o menos de manera habitual, vamos a encontrar un tipo de depósito en el que, a cambio de una imposición a plazo determinado por la entidad, nos ofrezca una serie de productos que son lo que viene a considerarse la retribución de la operación.
Es decir, si en una imposición a plazo tradicional, al final de la vida del producto este nos retribuye con una cantidad de dinero que se suma a lo aportado, en el caso de la retribución en especie, al vencimiento de la imposición, recuperaremos nuestra aportación íntegra y, como rentabilidad, obtendremos el producto, objeto o servicio señalado previamente en la contratación del depósito.
No se trata de un modelo cerrado en cuanto a plazo. Aunque es cierto que generalmente se identifica más con plazos medios y largos de las imposiciones, tampoco va a ser infrecuente encontrar plazos menores incluso por debajo de los tres meses en campañas muy concretas.
Por otro lado, y esto es importante tener en cuenta, raro será encontrar una entidad que no tenga de algún modo una propuesta de depósito en especie, sin embargo, aquellas que publicita de manera explícita sus catálogos son pocas, y, dentro de éstas, las que ofrecen catálogos verdaderamente amplios para sus imposiciones remuneradas en especie menos aún.
Esto desde luego tiene que ver con el momento por el que atraviesa el depósito tradicional, con una rentabilidad por los suelos, y que por tanto hace complejo establecer un modelo retribución en especie competitivo, pero a la vez, dentro de los márgenes de maniobra de las entidades financieras en relación a la rentabilidad monetaria.
Debemos señalar que desde el punto de vista fiscal, esta retribución en especie se debe considerar a todos los efectos rendimiento de capital mobiliario.
Cuándo interesan los depósitos en especie
En primer lugar debiéramos definir a quien le interesan los depósitos en especie. Por sistema para aquellos ahorradores o inversores que buscan rentabilidad monetaria por encima de todo es muy probable que este modelo de ahorro no les resulte interesante. El público objetivo de un depósito en especie, al menos en principio, es el mismo que el de los depósitos tradicionales pero con mayor posibilidad de colocar su dinero a medio o largo plazo.
Definido el perfil de usuario de estos depósitos retribuidos en especie, encontraremos dos grandes grupos de interés a la hora de decidir si merece o no la pena.
- El primero de ellos es el de aquellos ahorradores que encuentran dentro de los catálogos de retribución en especie productos o servicios que desean, y para los que inmovilizar durante un período de tiempo determinado una cantidad de dinero no resulta un problema para obtener lo que desean como rentabilidad.
- El segundo de estos grupos es el de los ahorradores que encuentran dentro de los catálogos productos menores en cuanto a coste que los precios de mercado del producto. Esto es ya más complejo pero sin embargo también se da, por supuesto, y efectivamente en este caso también se tiene una rentabilidad añadida, aunque tal y como la banca hoy en día hila fi en sus propuestas resulta más complejo.