La reunificación de deudas no es más que la colocación de varios préstamos independientes bajo el paraguas de un préstamo hipotecario, con lo que se consigue relajar la cuota mensual, al disponer de un plazo de amortización más largo y un tipo de interés más bajo.
El funcionamiento de una reunificación de deudas es relativamente sencillo. Se nova una hipoteca y con el dinero de la misma se cancelan todos los préstamos personales anteriores. De esta forma, desaparecen los diferentes pagos mensuales, y todo se concentra en un sólo pago, la cuota hipotecaria.
Evidentemente, para poder solicitar una reunificación de deudas es necesario poseer una vivienda en propiedad, que puede estar sujeta, o no a una hipoteca, pero que, en todo caso, servirá como garantía inmueble para solicitar la hipoteca que cubrirá el resto de préstamos.
Si la reunificación de deudas es realizada con profesionalidad y transparencia, no debería de ofrecer ningún riesgo al titular de los préstamos, pero sí que puede ocasionar graves perjuicios en caso de que la empresa constituyente se haga cargo del pago de los créditos bajo la premisa de obtener una hipoteca en un período de tiempo determinado.
En ese caso, si no se obtiene la hipoteca, la empresa oferente de la reunificación de deudas pasaría a ostentar la propiedad de la vivienda que sirvió como garantía a todo el proceso. Por ello, es esencial leer con detenimiento el contrato de reunificación de deudas, en especial la letra pequeña para asegurarse de que los préstamos se cancelan sobre la base de la hipoteca ya constituida.
En cualquier caso, el estallido de la burbuja inmobiliaria y la actual crisis económica general, está provocando que el volumen de reunificación de deudas haya caído de manera importante (un 60%, con respecto a 2009), ya que las entidades financieras no están por la labor de conceder hipotecas, esenciales para conformar la reunificación de deudas.