Ahorro e inversión son los dos pilares de la gestión financiera. En teoría primero hay que acumular un cierto capital y después rentabilizarlo, lo que se conoce como poner nuestro dinero a trabajar. El dilema que se plantea para muchos ahorradores es la disponibilidad de ese dinero, ya que en más de un caso ese capital constituye el poco dinero que tienen en caso de emergencia y si seguimos nuestros propios consejos debe de estar siempre a mano y a buen recauda. ¿Qué opciones les quedan entonces a estos inversores?
Por fortuna el mercado ofrece una variedad de productos financieros suficientemente amplia como para que el capital de nuestro fondo de emergencia esté 100% garantizado y con una alta disponibilidad al tiempo que también ofrezca una rentabilidad razonable. Y es que liquidez y seguridad dentro de un mismo producto no suelen ser sinónimos de grande beneficios, sino más bien lo contrario. Con ese concepto claro, vamos a repasar los productos que en principio mejor se ajustan a estos parámetros de garantizar el capital invertido y de disponibilidad inmediata.
- Depósitos bancarios: uno de los grandes clásicos y también de los que más demanda están teniendo en los últimos tiempos. Pocas inversiones son más seguras. Su funcionamiento básico es de lo más sencillo: una rentabilidad fijada de antemano por inmovilizar el capital durante un tiempo determinado. La ventaja es que los periodos son de lo más amplio, desde un mes hasta más de tres años. La desventaja es que si bien la mayoría de ofertas permiten retirar el dinero de forma anticipada, esto suele implicar la pérdida de toda o una parte de la rentabilidad. Además, su rentabilidad es limitada, sobre todo en un entorno de tipos de interés bajos.
Una alternativa algo más arriesgada son los depósitos estructurados que generalmente se componen de una imposición a tipo fijo y otra que varía en función, por ejemplo, del comportamiento de un índice. Su mejor baza es que el capital está asegurado pero en estos casos suele ser más complicado retirar el capital.
- Cuentas remuneradas: su rendimiento es todavía más limitado que el de los depósitos, pero juega a su favor que la disponibilidad del dinero es absoluta.
- Fondos garantizados: hasta hace poco su rentabilidad superaba a la de los depósitos, pero el entorno de mercado ha mermado mucho su capacidad de generar beneficios. En su contra juega que retirar el capital es más complicado y que se corren bastante más riesgos que con un depósito en caso de quiebra del fondo.
- Bonos y letras del tesoro: la principal virtud de este producto es que prácticamente nada es más seguro, ya que se trata de inversiones avaladas por el Estado. Sin embargo, en el entorno actual los beneficios que ofrecen son prácticamente nulos.
Además de estas alternativas, la inversión en bolsa, ETFs, fondos de inversión y otros productos de renta variable siempre pueden contemplarse como una opción, entendiendo, eso sí, que en este caso existen grandes riesgos de no recuperar el capital inicial e incluso la posibilidad de perderlo todo. A la hora de obtener un rendimiento de nuestro fondo de emergencia y de nuestro patrimonio en general, es esencial definir el grado de seguridad que buscamos para nuestro dinero y obrar en consecuencia a la hora de distribuir las inversiones.
No hay por qué invertir todo el dinero en un mismo producto o en una misma familia de productos. De hecho, la distribución del capital o assett allocation dependerá de nuestros objetivos y presupuesto. Así, por ejemplo, es posible una vez creado el fondo de emergencia, arriesgar un poco más una parte del mismo (por ejemplo invirtiendo en un producto más apalancado y con mayor variación de rentabilidades) si con el resto se puede subsistir el suficiente tiempo, aunque esto dependerá del perfil de cada inversor.