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¿Merecen la pena los depósitos en especie?

La retribución en especie no es desde luego ninguna novedad cuando se asocia a un plazo fijo. Los depósitos en especie de hecho podrían considerarse uno de los clásicos dentro de los productos de ahorro, si bien es cierto que no hace tantos años estas retribuciones en especie podría perfectamente adoptar fórmulas mixtas en las cuales se proponía rentabilidad más producto en especie como gancho. Hoy en día esto no se encuentra, lo que si encontramos son depósitos en especie tradicionales.

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En un momento en el que la rentabilidad de los depósitos es históricamente baja, los depósitos en especie pueden parecer una opción interesante, vamos a repasar algunas de sus características principales y conocer un poco más de este producto.

¿Qué son los depósitos en especie?

Realmente no hay mucho misterio en lo que un depósito en especie representa: se trata de una imposición a plazo fijo cuya remuneración no es en metálico ya que adopta la forma de un objeto o producto.

Existen realmente muchos modelos de retribución en especie pero en la actualidad podríamos llegar a distinguir dos grupos principales:

Lo cierto es que podemos llegar a encontrar objetos muy diversos aunque casi siempre en este caso relacionados con campañas determinadas. Estos dos grupos anteriores son los más habituales aunque, insistimos, podemos llegar a encontrar otras propuestas.

Una característica bastante habitual de los depósitos en especie es la de proponer objetos o productos que tengan cierta capacidad de revaloración, o bien, que marquen una diferencia interesante del mercado con respecto a la rentabilidad que técnicamente nos proponen.

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¿Merecen la pena los depósitos en especie?

Se hace muy complicado definir de manera plana si un depósito en especie merece la pena o no ya que va a depender mucho (por no decir todo) del modelo de ahorrador que decide acercarse a estos productos.

Básicamente la mejor manera de valorar un depósito en especie exclusivamente desde la perspectiva de la rentabilidad es analizar su valor de mercado y trasladar ese valor de mercado al depósito como si fuera una rentabilidad en metálico. De este modo podemos comparar dicha rentabilidad con la rentabilidad real de los depósitos remunerados en metálico, sin embargo, no podemos olvidar que para que esta rentabilidad nos compense debe tratarse de objetos o productos que necesitemos realmente, o incluso de aquellos que podamos volver a recolocar en el mercado a su precio, sin embargo, esta última opción es poco realista generalmente.

Por tanto, en resumen, efectivamente se puede tratar de un producto muy interesante si coincide por un lado la postura del ahorrador interesado en la retribución en especie que ese depósito concreto ofrece, y por otro lado, no existir un depósito remunerado metálico interesante para su bolsillo tanto en plazo como remuneración.