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La guerra de depósitos se lucha encarnizadamente

En el amor y en la guerra todo vale, dicen algunos. Y en la batalla para captar ahorro parece que los límites que intenta imponer el Gobierno son como poner puertas al campo.

Las entidades financieras, con especial mención a las cajas de ahorro, no remuneran el pasivo a extratipos porque sí. Ya hemos visto que la guerra de pasivo supone remunerar el dinero de los depositantes por encima de su coste (que se suele calcular en base al euribor); y esta venta del dinero por debajo de su coste se debe a la necesidad de captar liquidez, no clientes.

Para tratar de evitar el riesgo para el sistema de esta práctica, el Gobierno decidió penalizar a las entidades que remuneren por encima de unos tipos de interés determinados, con mayores aportaciones al Fondo de Garantía de Depósitos español.

Francamente, no le veo el sentido a la medida. Si los extratipos en los depósitos bancarios se ofrecen por necesidad, lo lógico es combatir la necesidad (falta de liquidez de la banca minorista nacional para devolver sus deudas a los mercados mayoristas). Pero castigar la búsqueda de soluciones no creo que sirva para solucionar nada.

Además la medida de aumentar las aportaciones al FGD español de las entidades financieras díscolas introduce una distorsión nueva al mercado: hay bancos extranjeros que no aportan cantidades al Fondo español, sino que lo hacen en el de su país. ING Direct (Holanda) o Banco Espirito Santo (Portugal).

Y al no estar adheridas al FGD español, si bien responden de igual manera de los depósitos en nuestro país, no están obligados a aportar más si ofrecen depósitos al 4 o 5%.

Esta crisis financiera y económica tiene muchas aristas afiladas, pero para no cortarse no basta con parchear el sistema, hay que hacer cambios estructurales. Por el bien de todos esperemos que la reforma del sistema financiero no muera antes de nacer.

¿Frenará la guerra la normativa punitiva aprobada? Lo dudo seriamente, ya que en lugar de atacarse la raíz del problema se actúa contra las ramas.

Pau A. Monserrat