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¿Conviene que la tarjeta sea nuestro fondo de emergencia?

Una de las primeras tareas para hacernos con el control de nuestras finanzas es la de crear un fondo de emergencia o de reserva que nos permita cubrir cualquier imprevisto y, en el peor de los casos, subsistir cuando falten ingresos. La cuantía de este fondo varía en función de las necesidades de cada persona, pero en teoría debería cubrir los gastos fijos de seis meses.

El problema en muchos casos es la falta de paciencia para formar este fondo (las cantidades que se pueden aportar no siempre son grandes), unido al afán consumista (esas cantidades de dinero siempre suponen una tentación). Es entonces cuando empiezan a surgir ideas alternativas para ‘cubrirse las espaldas’ desde un punto de vista financiero. Una de las más habituales es utilizar la tarjeta de crédito como fondo de emergencia. La lógica que suele emplear en estos casos es la siguiente: el dinero que está en el fondo de reserva no se rentabiliza, es como un capital inmovilizado por el que no obtengo ningún rendimiento. Es mejor invertirlo y tener una línea de crédito en caso de que surja un problema.

Lo que ocurre es que el problema suele surgir junto con el imprevisto. Y es que el propio funcionamiento de las tarjetas de crédito hace que no sea la herramienta más recomendable para utilizar como fondo de emergencia. En primer lugar, hay que tener en cuenta que la línea de crédito de las tarjetas varía según indique la entidad emisora. De esta forma, lo que un día podían ser 15.000 euros al siguiente pueden ser sólo 10.000. La diferencia es demasiado grande, sobre todo teniendo en cuenta que un fondo de reserva debe de ser sobre todo seguro y estable. No en vano es el capital del que dispondremos para cualquier imprevisto.

Además, en caso de que la tarjeta de crédito fuese nuestro fondo de reserva estaríamos pasando directamente a un estado de endeudamiento si hiciésemos uso de él. Es decir, sería un fondo que no cumpliría su labor principal, evitar las deudas cuando surja un problema económico. Todo esto sin tener en cuenta los altos tipos de interés que cobran las tarjetas de crédito muy por encima, por ejemplo, del de un crédito personal.

Por otra parte, siempre se puede rentabilizar el fondo de emergencia, no hay por qué mantener ese dinero inmovilizado. Una opción simple es contratar depósitos financieros a corto plazo o incluso dejarlo en una cuenta remunerada. En cualquier caso, siempre debemos tener claro que lo principal es que ese dinero esté seguro, sin exponerse a riesgo y sobre todo disponible.