as tarjetas de crédito forman ya parte íntegra de nuestra vida. Cada cartera contiene una media de cuatro tarjetas y es uno de los medios de pago más extendido. Sin embargo, también es una de las herramientas más desconocidas y de las que peor uso hacemos. Todavía son muchas las personas que no distinguen entre débito y crédito para hacer frente a los gastos y el número aumenta si buscamos a quienes realmente conocen el funcionamiento del dinero de plástico.
Tal y como ocurre en otros sectores financieros como el de fondos de inversión, la oferta es tan abrumadora en número que el ahorrador de a pie no suele tener ni tiempo ni ganas para compararla. Por eso, muchas veces termina aceptando la propuesta de su entidad financiera o, en el caso de las tarjetas de crédito, de la publicidad de su cadena de radio preferida, gasolinera, tienda de moda… Además, existen un problema adicional, ya que la mayoría de los consumidores tampoco sabe cómo comparar tarjetas de crédito.
Al igual que el resto de productos financieros, las tarjetas de crédito cuentan con una serie de características comunes que hacen posible determinar cuál es la que mejor que se adapta a las circunstancias de cada cliente. Pero antes de pasar a determinar cómo se compara el dinero de plástico, hay que tener claros algunos conceptos como el tipo de tarjeta del que hablamos. Para empezar, conviene diferenciar las tarjetas de débito de las crédito. Mientras en la primera el cargo por las compras se hace forma inmediata y generalmente no permiten exceder del dinero que hay en la cuenta corriente asociada, las segundas permiten el pago aplazado (es decir, comprar ahora y abonar después) y, como es lógico, se puede superar el saldo que hay en la cuenta (por eso mismo es un crédito).
El segundo punto que hay que tener en cuenta es que existen distintos tipos de tarjetas de crédito y que se generalmente el cliente podrá configurar la forma de pago de cada tarjeta para aplazar o no el pago. En las modalidades de pago aplazado lo más común es establecer una fecha (habitualmente un mes) en el que se cargarán todos los gastos realizados hasta ese momento, aunque también se puede pagar una cantidad fija al mes para acceder a un crédito determinado (en realidad cada mes se devuelve parte del préstamo en el que se está incurriendo).
Por último, también hay que diferenciar el objetivo de cada tarjeta de crédito. Y es que existen desde las tarjetas que devuelven dinero, hasta las que ofrecen descuentos por compras, por repostaje o programas de puntos. Aunque siempre se puede comparar el beneficio económico de cada uno de estos programas, a la hora de elegir la tarjeta hay que tener en cuenta el uso que haremos de ella.
Una vez tengamos estos conceptos claros podremos pasar a comparar las tarjetas de crédito que hay en el mercado. Para hacerlo hay que fijarse en los parámetros que se repiten en todas las ofertas y en los que más afectarán al usuario a la hora de utilizar el dinero de plástico. Estos son los siguientes
Cuota de emisión: es el dinero que la entidad cobra por emitir la tarjeta y que debe pagarse cada año.
Tipo de interés del crédito: es el tipo de interés TAE que la entidad cargará cuando se active el crédito. Es decir, si llegada la fecha convenida para el cargo de los gastos no hubiese dinero en la cuenta o si la tarjeta fuese de revolving. Este es quizás el punto más importante.
Comisiones: como todos los productos, las tarjetas de crédito llevan aparejadas multitud de comisiones. El uso que vayamos a hacer del plástico determinará cuáles son más o menos importantes. Las comisiones más habituales incluyen la retirada de efectivo, traspaso de fondos, descubiertos y reclamaciones por impago.
Servicios asociados: las tarjetas de créditos incluyen una serie de servicios vinculados que van desde seguros de viaje hasta seguros de vida pasando por descuentos y devoluciones. Es importante compararlos porque pueden llegar a marcar la diferencia.
Periodo de pago: no todas las tarjetas permiten establecer los mismos periodos de pago y es importante fijarse en el plazo máximo para hacer frente a los gastos de la tarjeta.
Al final, como a la hora de contratar cualquier productos financiero, lo importante es recabar datos acerca del mismo. De esta forma, aunque siempre es posible equivocarse, por lo menos habremos tomado una decisión informada.