Los depósitos son uno de los productos más utilizados por el ahorrador español debido a su sencillez y a la facilidad de contratación. De forma resumida, su funcionamiento es el siguiente: el cliente se compromete a depositar un dinero en el banco durante un tiempo determinado a cambio de una rentabilidad pactada generalmente de antemano.
La operativa parece de lo más sencilla, pero al tratarse en muchos casos de inversiones a largo plazo, con horizontes de más de dos años los propios bancos se han encargado de complicarla ¿Cómo? A través de comisiones, productos asociados y, sobre todo, de ofertas que incluyen una parte variable en la retribución del depósito. Se trata de los llamados productos estructurados que ofrecen una remuneración fija más otra que depende de la evolución de un activo subyacente, que puede ser una cesta de valores, un índice, una materia prima, la inflación…
Por eso mismo, antes de elegir un depósito conviene tener en cuenta ciertos aspectos:
1- ¿Entendemos el producto? Esto es lo más importante. Independientemente de nuestros conocimientos en materia financiera, es crucial que sepamos exactamente como funciona, los riesgos que implica… Así, por ejemplo, en un producto estructurado deberemos tener claro cuál es activo al que está referenciado y cómo se establece la rentabilidad en función del mismo. Es decir, si vamos a ganar el porcentaje que suba el Ibex, por ejemplo, o sólo ganaremos ese porcentaje si sube hasta los 10.000 puntos, pero si supera esta barrera la ganancia se limitará a la mitad de la subida -sí, hay productos que funcionan así-. También hay muchos depósitos en los que la rentabilidad es creciente para ‘obligar’ al cliente a cumplir el plazo pactado.
2- ¿Conocemos la rentabilidad que dará? La TAE y el interés nominal. La mayoría de bancos suelen comunicar al cliente la rentabilidad a través de la TAE, que permite comparar diferentes productos con distintos plazos. Se trata de interés que obtendremos si invirtiésemos todo el año. Este dato difiere ligeramente del interés nóminal o TIN, que es lo que realmente percibiremos. ¿Y en el caso de los depósitos en especie? La mejor forma de conocer su rendimiento es investigando cual es el precio en el mercado del artículo que nos regalan (por ejemplo, una cafetera Nespresso) y comparándolo con el rendimiento dinerario que obtendríamos por ese capital. Es decir, si el banco me da una Nespresso de, pongamos 150 euros, por un plazo de 10.000 euros a seis meses pero hay otra oferta que me paga un 4% TAE en el mismo periodo (198 euros), la diferencia está clara…
3- ¿Cuando se liquidan los intereses? Esto influirá directamente en el beneficio que obtengamos simplemente por la ‘ley’ del interés compuesto. Se trata de cuando se pagan los intereses que genera el dinero y que pueden hacerse de forma mensual -lo ideal-, semestral, anual o al final del plazo. En principio lo mejor es que el pago sea mensual, porque así los nuevos intereses se aplicarán sobre una base mayor (es decir, el 4% TAE se aplicará sobre la cantidad que ya teníamos más los intereses que se hayan generado ese mes).
4- ¿Cuál es la liquidez del depósito? o ¿Puedo retirar mi dinero y a qué coste? Al contratar un depósito nos comprometemos a dejar el dinero en el banco durante un periodo, pero puede necesitemos el capital antes de lo que teníamos pensado. No todos los depósitos permiten la cancelación anticipada y en cualquier caso la mayoría establece penalizaciones por hacerlo. La más común es que se restrinja la rentabilidad e incluso que esta desaparezca, de forma que sólo recuperemos nuestro capital.
5- ¿Existe algún gasto adicional? Lo lógico es que al contratar un depósito la entidad no cobre ningún tipo de comisión ni gasto de administración, incluso si el capital proviene de otro banco -en este caso suelen correr incluso con los gastos de transferencia-. De todas formas, siempre es importante preguntarlo.
6- ¿Hay algún producto asociado o condición especial? Los depósitos a más largo plazo pueden llegar a incluir algún producto asociado o exigir el cumplimiento de ciertas condiciones. Es decir, sólo para clientes nuevos, sólo para clientes con la nómina domiciliada. Si este es el caso, conviene preguntar previamente para no ser ‘rehenes’ del banco. En el caso de los productos asociados, siempre hay que preguntar por su coste para saber si ‘se comen’ o no toda la rentabilidad.
7- ¿Qué pasa con el dinero cuando finaliza el plazo? Lo normal sería pensar que el banco lo reintegra en la cuenta, pero esto no siempre es así. Actualmente la mayoría de depósitos incluyen cláusulas de renovación automática en caso de que el cliente diga lo contrario y muchas veces el interés del nuevo depósito es menor que el del primigenio.
Y como siempre, ante cualquier duda, preguntar. Si nuestros conocimientos son limitados y no nos fiamos del banco (haremos bien, ya que las sucursales no dejan de ser oficinas comerciales) la mejor forma de averiguar si nos está vendiendo un producto que se adapta a nuestras necesidades y, sobre todo, si conoce bien ese producto, es sometiéndole a un ‘primer grado’. Si no es capaz de aclarar todas nuestras dudas, mejor dejarlo pasar, porque directamente estaríamos incumpliendo la primera premisa, saber lo que contratamos.
Además, recordar que debemos conservar el contrato del depósito hasta la finalización del mismo y leerlo con detenimiento antes de firmarlo.
Para quienes no deseen complicarse mucho la vida una buena táctica puede ser contratar depósitos a corto plazo, con posibilidad de retirada del dinero, sin comisiones y sin vinculación a la entidad.