Los Depósitos y dividendos, son dos alternativas muy interesantes para los inversores. Ahora bien, a la hora de invertir, siempre se piensa en lo que conocemos como Comisiones.
Es por eso que a continuación mencionaremos las Comisiones en los Depósitos y Dividendos.
En el caso de los depósitos, están exentos de comisiones. La rentabilidad ofertada es la que recibirá el cliente al vencimiento del producto. El interés que promocionan las entidades es la TAE o tasa anual equivalente, que es la rentabilidad que recibiría el cliente si mantuviera la inversión un año. Si la imposición se hace a un plazo menor recibirá la rentabilidad proporcional a los meses de vigencia del producto.
Lo que sí debe tener en cuenta el cliente es que si opta por un depósito de una entidad que no es la suya, podría llevar consigo la apertura de una cuenta corriente asociada. En ese caso es importante conocer si le van a aplicar algún tipo de gasto (comisiones de administración, mantenimiento,…), ya que se reduciría la rentabilidad final que obtiene.
Los dividendos también tienen una serie de gastos asociados. En primer lugar la compra-venta de acciones lleva asociados unas comisiones, más los gastos de custodia que cobra el banco trimestralmente.
Los gastos de administración y depósito de valores negociables son deducibles en la declaración de la renta, algo que no ocurre con los gastos de administración de las cuentas corrientes.
Otro punto a tener en cuenta a la hora de optar por un depósito o dividendo, es la Inversión mínima.
Algunos de los depósitos más rentables exigen inversiones mínimas de 50.000 e incluso 100.000 euros, como en el caso de los productos de Banco Espirito Santo o Banco Finantia Sofinloc. En cualquier caso, también es posible obtener un 4,5% desde 3.000 euros (Bancopopular-e) o un 4% desde 1 euro (iBanesto o ING Direct).
En bolsa, no hay inversión mínima exigida. Es posible invertir desde una acción, aunque las comisiones hacen aconsejable que la inversión sea algo superior.
Recordemos que si el ahorrador es conservador y no quiere ninguna sorpresa sobre los intereses que va a recibir deberá elegir el depósito, pero si está dispuesto a asumir un riesgo moderado a cambio de una rentabilidad potencial superior debería plantearse la posibilidad de invertir en valores sólidos con una elevada rentabilidad por dividendo.
En cualquier caso, además de la rentabilidad, el riesgo de los productos, debe tener en cuenta otros aspectos, como la fiscalidad, las comisiones o la inversión mínima.
Para los depósitos, el cliente que suscribe una imposición a plazo sabe por adelantado la rentabilidad que va a obtener, mientras que los dividendos que abona una compañía pueden ser reducidos o eliminados en cualquier momento.
Por eso, el inversor que opte por las rentas generadas vía dividendos debe buscar compañías con ingresos recurrentes, negocio diversificado internacionalmente y deuda reducida.
Al margen de la propia evolución del dividendo, el otro gran riesgo de la renta variable surge, lógicamente, por la propia evolución de la cotización de la compañía. El inversor cuando quiera recuperar su dinero puede encontrarse con que las acciones habrán subido o bajado de precio, por lo que aumentará o reducirá la rentabilidad final obtenida, llegando incluso a poder perder parte de su patrimonio.