A la hora de elegir una cuenta corriente hay que tener en cuenta muchos aspectos. Dejando de lado posibles beneficios y regalos por domiciliar la nómina, sobre todo debemos tener en cuenta tres aspectos: comisiones y coste de mantenimiento, interés al que renta y servicios que ofrece.
Como a la hora de contratar cualquier tipo de producto financiero, conviene leer bien la letra pequeña, especialmente en lo que a las comisiones bancarias se refiere. Las entidades financieras generalmente cargan comisiones en concreto de administración y por los descubiertos bancarios. Las primeras se refieren a las comisiones que pueden cobrar por traspaso de fondos, ingreso de cheques, envío de remesas… mientras que las segundas, reguladas por ley, sólo aparecen si superamos el saldo en la cuenta. A estas hay que sumar los costes de mantenimiento, que se trata de una cantidad fija que se paga de forma mensual o semestral.
Valorar el coste que pueden tener las comisiones no es sencillo, ya que dependerá sobre todo de la operativa de cada persona. Así, quienes no realicen traspasos tampoco deberían preocuparse en exceso de estas comisiones, pero sí del mantenimiento. En cualquier caso, cuanto más bajas sean estas comisiones, mejor.
La rentabilidad se refiere al tipo de interés al que está remunerada la cuenta. La mayoría de cuentas corrientes tradicionales no ofrecen prácticamente rendimientos (entre el 0,1% y el 0,5% en el mejor de los casos), a lo que debemos restar el 18% en concepto de impuestos. En realidad, las únicas cuentas a la vista que realmente resultan rentables en términos de intereses son las cuentas remuneradas que actualmente rentan de media un 2% TAE.
Por último, también hay que valorar los servicios que ofrece la entidad financiera. En este punto incluimos desde el servicio de ventanilla (muchas entidades online no lo tienen) hasta adelantos en la nómina y, sobre todo, tarjetas de débito y crédito. Algunas entidades regalan la tarjeta de débito (coste de emisión y mantenimiento), mientras que otras no y lo mismo ocurre con las tarjetas de crédito, aunque en este caso suele ser menos habitual.
Para elegir la cuenta corriente que más nos conviene hay que sumar todos los elementos (generalmente se suman la rentabilidad y los servicios y se restan las comisiones, por así decirlo) teniendo en cuenta la variable de nuestra forma de gestionar el dinero (preferimos acudir a una oficina, hacemos muchas operaciones, valoramos el trato humano…).
En términos generales, las cuentas corrientes tradicionales salen perdiendo al compararlas con las cuentas remuneradas y las cuentas online. Desde un punto de vista estrictamente financiero tienen más comisiones y pagan menos intereses, aunque todavía siguen siendo mayoría en España. De todas formas, la cuenta corriente es una elección personal en la que no sólo debemos tener en cuenta valores estrictamente financieros, sino también personales.
Lo importante, como siempre, es tomar decisiones informadas y para eso nada mejor que conocer las ventajas e inconvenientes de cada producto.