Los depósitos son uno de los productos financieros preferidos por los españoles por su sencillez y seguridad. En su estructura más clásica y también la más utilizada, establecen un plazo de tiempo que el dinero debe permanecer en el banco y por ello ofrecen una rentabilidad determinada. El beneficio suele variar en función de los tipos de interés y las necesidades de financiación de los bancos.
La principal ventaja de estos productos es que son fáciles de entender para el ahorrador medio, todavía más fáciles de contratar, no ofrecen dudas sobre su rendimiento -se sabe de antemano la rentabilidad que se obtendrá- y es una inversión muy líquida -la mayoría permiten retirar el dinero en cualquier momento a cambio de perder el interés pactado-.
Por el contrario, la rentabilidad de los depósitos suele ser limitada -ahora mismo no está siendo el caso- y la liquidez de la inversión es relativa. Si se retira el dinero antes de tiempo se puede llegar a perder todos los intereses generados hasta el momento, por lo que a efectos prácticos estaríamos perdiendo dinero sólo por el efecto de la inflación.
Generalmente se asocia la inversión en depósitos a un inversor conservador y que no quiere asumir riesgos, aunque también puede servir para cubrir los riesgos en una cartera moderada. Por fortuna, los productos financieros han evolucionado a lo largo de los años y ahora la oferta también abarca depósitos que ofrecen la posibilidad de invertir parte del capital en renta variable. Se trata de los denominados depósitos estructurados o indexados. Su funcionamiento también puede ser muy sencillo -aunque en ocasiones los bancos tratan de complicarlo-, aunque en este caso la rentabilidad total no se puede conocer de antemano.
El clásico depósito estructurado funciona dividiendo la inversión en dos tramos. El primero se invierte generalmente en un depósito tradicional que ofrece una rentabilidad fija y el segundo en una cesta de activos o en un índice. En la mayoría de los casos y especialmente en el de los depósitos garantizado estructurados, el capital que se destina a renta variable no se invierte realmente en acciones o índices, sino que se supedita al comportamiento de los mismos, estableciendo una serie rentabilidades en función del comportamiento de los mismos. Por ejemplo, la rentabilidad será del 4% si el Ibex sube un 5% hasta el final del depósito, pero si sube un 7% la rentabilidad será del 5%.
El problema con los depósitos estructurados es que en ocasiones los bancos complican demasiado la parte que se invierte en renta variable, de forma que no está claro cuál será la rentabilidad que se obtendrá al final y cómo se estructura esta. Además, no todos garantizan el 100% de la inversión y esto ha sido objeto de innumerables críticas por parte de ahorradores a los que se les había asegurado que su dinero estaba totalmente protegido.
Los depósitos estructurados pueden ser una buena alternativa para quienes desean completar su cartera o asumir algo de riesgo en sus inversiones pero asegurando la mayor parte de su capital. Evidentemente, es muy posible que alguien se pregunte si la selección de los activos subyacentes -donde se invierte la parte de renta variable- es tan buena o tan complicada como para que no se pueda realizar por cuenta propia.
Para estos ahorradores algo más intrépidos existe la opción de crear su propio depósito indexado, tal y como explica Antonio Romero. El proceso no puede ser más sencillo y basta con una serie de simples cálculos. Primero hay que determinar la rentabilidad que deseamos obtener por nuestro capital -teniendo en cuenta cuál es la oferta del mercado en depósitos tradicionales, claro está-. Si por ejemplo sabemos que actualmente los mejores depósitos a 12 meses remuneran un 4% TAE y nos hemos propuesto obtener un 2% de rentabilidad -antes de impuestos-, contamos con un 2% del dinero que va a generar el depósito para invertirlo en los activos que deseemos. El inconveniente en este caso es que no dispondríamos del capital hasta finalizar el plazo del depósito.
Otra forma de actuar y con la que sí tendríamos el capital desde el primero momento es la siguiente: tomando como referencia los baremos anteriores, nuestro objetivo sería lograr 10.200 euros libres de impuestos, para lo que será necesario invertir 9.845 euros en el mencionado depósito a plazo. Los 155 euros restantes se podrán destinar a bolsa o al activo que deseemos, eso sí, sin ningún tipo de restricción en cuanto a la ganancia que podemos obtener, aunque tampoco en cuanto a lar pérdidas.
No es una mala forma de invertir, que además servirá para que nos empecemos a manejar en el ámbito de la gestión financiera y el asset management.